Desarrollo personal productivo

Desarrollo personal productivo

En la sociedad actual, la productividad se ha convertido en un mantra. Nos medimos por nuestra capacidad para producir, generar valor económico y mantenernos en constante movimiento. El capitalismo nos empuja a ser más eficientes, a trabajar más horas, a optimizar cada minuto de nuestro día. La tecnología nos mantiene conectados las veinticuatro horas, y la línea entre trabajo y vida personal se desdibuja.

Pero cuando la productividad se impone de este modo entramos en fricción, ya que nuestro desarrollo y crecimiento no están necesariamente ligados a nuestra productividad. A su vez, el capitalismo nos responsabiliza de nuestra felicidad. La consigna1 que impera es que, si no somos felices, es porque no estamos haciendo lo suficiente para lograrlo o no estamos escogiendo bien entre las opciones presentes.2 Según esta perspectiva, nuestra felicidad es el resultado de una buena gestión de nuestra productividad.

La lógica del mercado nos presiona para ser productivos, y a su vez, nos responsabiliza de nuestra salud psíquica.

Salud mental productiva

Existe una gran contradicción en la psicoterapia contemporánea. En ocasiones, las estrategias de autocuidado de nuestra salud se convierten en una extensión de la misma lógica de productividad que buscamos contrarrestar, y que en parte ha causado el cuadro ansioso que nos ha llevado a consulta. El autocuidado se transforma en otra tarea en nuestra lista pendiente, un «check» medido y evaluado por su eficacia.

Encajamos en nuestras rutinas las horas que dedicamos a nuestro cuidado. Nos imponemos una cultura eminentemente acelerada, que nos desenfoca de algunos espacios en los que poder encontrar nuestro verdadero lugar de desarrollo. La lógica del desarrollo personal ha asumido las consignas y valores del mercado. Estamos integrando la idea de que, si no somos felices o no tenemos éxito, es debido a que no hemos hecho lo necesario para lograrlo. El componente estructural de la sociedad deja de tener valor, y el individuo es arrasado y aplastado en esta lógica, ante este nuevo modo de dominación.3
Cerebro con ruedas mecánicas dentro pintado una sola línea negro sobre blanco
Las personas que acuden a terapia, en ocasiones, se sienten presionadas a rendir incluso en cuanto a su salud psíquica. La dictadura del bienestar impone métricas y expectativas sobre cómo debemos cuidar de nosotros mismos, transformando el autoconocimiento en un nuevo estándar de productividad. La cultura capitalista se ha infiltrado de manera muy íntima en los modos de actuación individual en el siglo XXI. Articula el trabajo y la adquisición de bienes y servicios. Además, estructura de una manera férrea la salud mental de los individuos.4

Deconstrucción y desarrollo

Si para escapar de la estructura que nos exprime siendo productivos emprendemos un nuevo proceso de productividad, nuestro esfuerzo es inútil. Al igual que la meditación puede ser la contrapartida a la excesiva racionalización de nuestra experiencia, la no acción es la contrapartida óptima para nuestra respuesta ante la presión que la estructura social nos impone, llevándonos a nuestra propia mecanización.

Defiendo aquí una terapia que no se muestre como un engranaje más del sistema productivo, sino como un lugar de reflexión desde el que podamos observarnos con una mirada amplia que recoja toda nuestra complejidad, señalando claramente lo que de presión social tienen algunas de las problemáticas que aparecen en el consultorio.

Una terapia para ser,
 
no para hacer.

Construir una terapia en la actualidad requiere un enfoque que fomente la crítica social y la profundidad personal. Los profesionales debemos crear espacios donde los pacientes puedan cuestionar las estructuras sociales que influyen en su malestar, en lugar de simplemente adaptarse a ellas. La terapia debe promover la reflexión sobre las expectativas sociales impuestas y alentar a los individuos a encontrar su propio ritmo y sentido de bienestar, más allá de la lógica de la productividad y el éxito económico.

Es fundamental que los terapeutas facilitemos un entorno donde se valore el ser sobre el hacer. Esto implica reconocer y validar las experiencias de los pacientes en su totalidad, incluyendo su contexto social y cultural. La terapia debe ser un acto de resistencia contra la mecanización y una invitación a la autenticidad, permitiendo a las personas reconectar con sus verdaderos deseos y necesidades, y desarrollar una conciencia crítica sobre las influencias externas que moldean sus vidas.

1 El diccionario define la consigna como «una directriz que se imparte a los integrantes de agrupaciones y colectivos de personas». Se trata de una idea estándar que se acepta como veraz, compartida entre las personas que forman un grupo social. Son los ejes sobre los que se mueve lo que entendemos por Cultura, es decir, los significados compartidos acerca de la realidad que nos rodea.

El concepto de productividad se está afianzando como un estándar unívoco. Todo lo que no tenga que ver con hacer es desechado. Incluso el descanso o el viaje se han convertido en un espacio de la productividad. La cultura, el tiempo y la relación entre ambos son el eje de esta construcción. Puedes leer más sobre ello en un artículo que encontrarás en mi blog titulado «Terapia y antropología del tiempo«.

2 Las opciones adecuadas son las elecciones sobre nuestras posibilidades de consumo. Elegir pareja a través de las redes sociales de dating, elegir ropa adscribiéndonos a determinadas tendencias y modas, elegir tatuajes para identificarnos y marcarnos, elegir tiempos de ocio y recreo en un mercado vacacional saturado, elegir las series y películas que vemos en las plataformas digitales, etc. Todas estas elecciones que hacemos en nuestra vida cotidiana parecen ser opciones libres, pero no lo son, ya que todas son opciones de consumo mercantilizadas y mediadas por el capital.

3 En «La sociedad del cansancio» de Byung-Chul Han se analiza cómo la sociedad moderna, centrada en el rendimiento y la hiperactividad, conduce al agotamiento y a determinados trastornos psicológicos. Han argumenta que la presión constante por la autoexplotación reemplaza las formas tradicionales de dominación, resultando en una crisis de atención y una proliferación de enfermedades neuronales como la depresión y el síndrome de burnout.

4 Para entender cómo las ideas y conceptos se insertan en la Cultura de las sociedades, y de este modo en el modo de pensar de los individuos, nos sirve el ejemplo de la psicología cognitiva, que además se encuentra en estrecha relación con el tema de la productividad que aquí exponemos:

La psicología cognitiva emergió en respuesta al conductismo dominante a mediados del siglo XX, influenciada por la revolución cognitiva, los avances en informática y las críticas de Noam Chomsky sobre el lenguaje. Este campo conceptualiza la mente como un procesador de información, centrado en la percepción, la memoria y el razonamiento. Desarrollado inicialmente en el ámbito universitario, el paradigma cognitivo ha sido adoptado y replicado por instituciones académicas y luego difundido en la sociedad y la cultura. En el contexto del capitalismo actual, la psicología cognitiva ha integrado conceptos como «capital sexual» y «rendimiento cognitivo», reflejando la lógica del mercado que valora la eficiencia y la optimización. Este enfoque no solo redefine la salud mental en términos de adaptación y productividad, sino que también perpetúa la cultura dominante al introducir formas de pensar que refuerzan el capitalismo. Los individuos, influenciados por esta perspectiva, internalizan y replican estos conceptos, contribuyendo a la perpetuación del sistema capitalista y sus valores en su vida cotidiana.