Ojo de acuarela
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Sexo, orientación e identidad

En los próximos minutos, exploraremos el sexo, la orientación sexual y la identidad de género desde una perspectiva antropológica. También examinaremos el surgimiento de un espacio de identificación emergente en las plataformas de citas en línea1, donde se introducen nuevas terminologías para clasificar la orientación sexual y la identidad de género.

Del inconsciente a la consciencia

En nuestra exploración de las atribuciones biológicas, de orientación y género, utilizaremos  la polaridad biología-cultura para identificar las características que adoptamos como individuos para armar nuestra propia identidad. Al concebir la cultura como un conjunto de identificaciones compartidas, analizaremos de manera organizada la percepción cultural común, incluyendo las regulaciones que definen los procesos culturales. Comenzando desde nuestra perspectiva occidental, arraigada en influencias griegas y romanas, capitalista, patriarcal y heteronormativa, compararemos nuestras orientaciones con las de otras culturas.

El mito biológico

Desde la perspectiva de nuestra cultura occidental, concebimos la biología como uno de los factores permanentes que contribuyen a nuestra definición como seres humanos. Por ejemplo, hay genes que determinan la simetría corporal en etapas iniciales del desarrollo embrionario. Cualquier desviación de esta simetría se percibe como algo fuera de lo común.

La filogénesis de esta estructura básica es antigua y se comparte no solo entre nosotros como seres humanos, sino también con la gran mayoría de las formas de vida. Desde finales del siglo XX, la genética ha sido reconocida como el dogma que nos ayuda a comprender la transmisión de características entre generaciones, presentando una forma casi inalterable. No es inusual escuchar a personas explicando que ciertos comportamientos se originan en los genes de sus padres, madres e incluso de sus abuelos y abuelas.

Desde una perspectiva etnocéntrica es decir, desde el prisma de nuestra propia cultura, nos resulta natural entender la existencia de hombres y mujeres como dos categorías excluyentes y definidas. En nuestra observación del reino animal, percibimos la presencia de machos y hembras en otras especies. Esta concepción cultural, que proyectamos sobre el reino animal, influye en nuestras creencias sobre él. Aunque podemos reconocer la existencia de animales hermafroditas, tendemos a percibirlos como una forma de vida evolutivamente distante de nosotros, los mamíferos.

La revisión crítica de este tema nos revela un panorama completamente distinto al presentado anteriormente. Siguiendo la perspectiva de Aranzadi (2005) podemos refutar la existencia de una clara polaridad sexual en lo biológico2, es decir: no existe un marcado dimorfismo sexual en la especie humana. La distinción excluyente entre machos y hembras no es tan nítida. La concepción polarizada de lo masculino y lo femenino no se ajusta adecuadamente a un esquema dicotómico, sino que se presenta más bien como una amplia gama de posibilidades entre estos dos extremos, con un fuerte énfasis hacia el lado femenino. Analicemos cómo esto se manifiesta:

Es de conocimiento general que el núcleo de las células humanas es diploide, lo que significa que cuentan con 22 pares de cromosomas emparejados, siendo el último par el cromosoma sexual. Por otro lado, los gametos, ya sean óvulos o espermatozoides, son haploides, lo que significa que poseen solamente 22 cromosomas y un cromosoma sexual. En el proceso de fecundación, los cromosomas de ambos gametos se fusionan para crear un cigoto diploide con dos cromosomas sexuales, XX para las hembras y XY para los machos.

Sin embargo, este proceso no siempre transcurre sin complicaciones, ya que los procedimientos de meiosis en óvulos y espermatozoides pueden presentar ocasionalmente errores. Como Aranzadi (2005) explica, en ocasiones, durante la meiosis de un gameto, los cromosomas sexuales pueden no separarse correctamente, resultando en una célula sexual haploide con una carga cromosómica de 47-XXY. Si esta célula sexual es fertilizada, puede dar lugar a un individuo con el síndrome de Klinefelter3. Por otro lado, si la célula resultante carece de cromosoma sexual, puede resultar en un individuo 45-XO, conocido como el síndrome de Turner. Además, si la no disyunción del cromosoma sexual ocurre después de la fertilización, se pueden encontrar diversas variaciones cromosómicas en individuos como XX-XXY, XX-XXYY, XX-XYY, entre otras.

Este análisis de la variabilidad cromosómica nos revela que, aunque existe una marcada tendencia hacia lo masculino y lo femenino, también hay una presencia significativa de individuos que no se ubican claramente en ninguna de estas categorías. Hay personas con características intermedias entre estas polaridades, o en proceso de desarrollo hacia uno de sus extremos. Las etiquetas que asignemos a esta variabilidad influirán en nuestra percepción de la misma, pero parece más adecuado abordarla como un fenómeno fluido y cambiante, con múltiples posibilidades de evolución, en lugar de un sistema polar cerrado en sus extremos.

El mito del génesis del patriarcado

Es ampliamente aceptado que vivimos en una sociedad con fuertes rasgos patriarcales. Se han realizado diversos análisis sobre el origen de este sistema, algunos sugieren una sociedad primordial matriarcal que ha evolucionado hasta la actualidad. Sin embargo, esta narrativa lineal tiende a sobresimplificar un fenómeno sumamente complejo, reduciendo el abordaje de estas historias a meras conjeturas noveladas. En realidad, las sociedades humanas han sido notoriamente diversas y, de hecho, las distintas agrupaciones culturales han dado lugar a una amplia gama de sistemas sociales, incluyendo tanto matriarcados como patriarcados, en una interacción intrincada con la dinámica del poder.

Los mitos son constitutivos del psiquismo colectivo e individual. Los trabajos de Jung acerca de los arquetipos y de Joseph Campbell sobre el mito han mostrado cómo el mito y los símbolos integran el psiquismo humano en el inconsciente colectivo en un nivel muy determinante. 4 El psiquismo individual se transfiere al social en las historias míticas de las sociedades humanas, o a la inversa, lo social a través del mito brinda un espacio de identificación para que el individuo se inserte en la cultura. Por todo ello exponemos aquí el mito del génesis en referencia al patriarcado.

Los mitos desempeñan un papel fundamental en el desarrollo del psiquismo tanto a nivel individual como colectivo. Los estudios de Jung sobre arquetipos y la investigación de Joseph Campbell acerca del mito han demostrado cómo los mitos y los símbolos forman parte integrante del inconsciente colectivo humano a un nivel profundamente arraigado. El psiquismo individual se entrelaza con el contexto social a través de las narrativas míticas de las diversas culturas humanas. Asimismo, el mito proporciona un marco de identificación que permite al individuo encontrar su lugar en la sociedad.

El mito del génesis bíblico presenta un marcado sesgo patriarcal. Un Dios masculino crea todo a partir de la nada, con el propósito de proporcionar a un protagonista también masculino, situado en el centro de la narrativa, todo lo necesario para llevar una vida plena. El mito presenta tres niveles jerárquicos con una clara relación de poder entre ellos: un Dios creador, Adán como el punto focal de los actos divinos y Eva, quien llega después de la creación de todo lo demás, destinada a satisfacer la necesidad del hombre. Esta jerarquía se manifiesta incluso a nivel corporal, en el hecho de que la mujer es creada a partir de una parte del hombre.

El mito se invierte al reconocer que es la mujer quien lleva la carga genética central. Siguiendo la perspectiva de Aranzadi (2005), podemos detallar que los cromosomas X son significativamente más extensos que los cromosomas Y. El cromosoma X alberga una gran cantidad de genes cruciales para el desarrollo del sistema nervioso central, mientras que el cromosoma Y lleva la responsabilidad de proporcionar el gen TDF, el factor determinante de los testículos. Este gen es el que guía el camino para que los ovarios se transformen en testículos durante la sexta semana de gestación y, a su vez, permite que estos testículos produzcan las hormonas que redirigen el proceso de desarrollo embrionario desde su inclinación inicial hacia el desarrollo femenino. ¿Qué implica esto? Que los embriones XX (hembras) poseen todo lo necesario para formar un macho, excepto el crucial gen TDF, y que todos los embriones XY (machos) se desarrollarían como hembras sin la influencia de dicho gen.

Podemos afirmar con seguridad que la concepción mítica de la génesis bíblica, en la que Dios crea a Eva a partir de una costilla de Adán, se encuentra invertida en términos biológicos. La norma en la evolución embrionaria tiende hacia el desarrollo como hembra, siendo lo masculino una variación sobre una tendencia femenina innata. A pesar de que la biología se presenta como un argumento generalizado para el dimorfismo sexual humano, es importante recordar que es una construcción cultural que a menudo es aceptada como verdad, aunque no lo sea de manera absoluta.

Orientación sexual

Si incluso aspectos que consideramos más estables y definidos, como la biología, muestran matices complejos, ¿cómo podemos abordar los objetos de deseo en la especie humana? En la sociedad actual, la comprensión de la sexualidad y su orientación hacia la reproducción es cada vez menos compartida. Se espera que la reproducción ocurra entre individuos de sexos opuestos, es decir, entre hombres y mujeres. Por tanto, es natural sentir atracción y deseo hacia personas del sexo opuesto. El matrimonio se establece como una institución para formalizar la alianza entre individuos con miras a la reproducción5

Las pulsiones sexuales según la teoría freudiana (oral, anal y fálica) pueden entenderse como potencialidades para el desarrollo que atraviesan los bebés. Estas pulsiones desempeñan un papel fundamental en la formación de los elementos estructurales básicos del aparato psíquico6. Una vez que el bebé resuelve estas pulsiones parciales, las integra en una única pulsión total para luego proyectarlas en objetos de deseo, entre los cuales se incluyen la figura materna y paterna.

Desde una perspectiva que evita la simplificación del dismorfismo sexual expuesto anteriormente y las asignaciones de género a la parentalidad, podemos referirnos simplemente a la función materna o paterna, que puede ser asumida por cualquier individuo. En este sentido, el niño experimenta una erotización en sus relaciones con quienes lo rodean y direcciona su orientación hacia uno de los objetos, posiblemente hacia el que brinde mayor satisfacción y menor conflicto. A medida que cae la censura de la etapa de latencia, con su carácter ya definido, el niño deja atrás su infancia. En la adolescencia, el deseo se redirige hacia los objetos, en este caso, hacia el grupo de iguales. Es en este momento cuando se concreta la orientación sexual que se ha ido formando desde la niñez

La tendencia bisexual implica que no se excluye ninguna de las orientaciones. A diferencia de los heterosexuales, no se trata de levantar la censura solo para una inclinación, sino de reconocer y aceptar ambas. Durante la adolescencia, podemos sentir atracción hacia un sexo y no hacia el otro. Esto no significa que la atracción no esté presente, sino que de manera inconsciente elegimos no reconocerla. Esto lleva a una conclusión clara: considero que todos poseemos una bisexualidad latente. A medida que aumenta la consciencia, se amplía también la bisexualidad. Cada individuo tiene sus propias razones y motivaciones para explorar este aspecto de su sexualidad.

Género

Una vez que desglosamos la biología y la orientación sexual, se vuelve evidente que el género es una construcción cultural. Como tal, es accesorio, sujeto a cambios y presenta una diversidad notable. Lo que se espera en términos de género desde esta perspectiva no polar es claramente adaptable. De manera similar, la dicotomía de género impuesta hegemonicamente por la sociedad occidental a través del colonialismo no es universal; es decir, no es compartida por todas las sociedades humanas. Existen numerosas formas culturales que reconocen tres o más géneros, así como personas que no se identifican plenamente ni como masculinas ni como femeninas, con transiciones fluidas entre estas categorías.

Es crucial destacar la importancia de las identificaciones que elegimos para dar significado a nuestra existencia. Cada individuo selecciona, dentro del universo simbólico que lo rodea, las atribuciones que le permiten construir los puntos clave de su propia historia. En consulta, es común encontrarse con casos de personas que atraviesan crisis, un periodo en el que las estructuras anteriores ya no son útiles pero las nuevas aún no están completamente formadas. A nivel social, la ruptura de estructuras a través de la crisis sigue un esquema similar al de la muerte y resurrección.

En un artículo publicado en junio de 2019 por el diario El País, Marta Villena trae a la actualidad temas relacionados con géneros fluidos que han sido objeto de estudio antropológico en diversas culturas desde hace años. Un ejemplo de ello son «los zapotecas del istmo de Tehuantepec en México, quienes se identifican con más de tres géneros. Sus figuras de ‘etnoidentidades transbinarias’ incluyen al muxe y la nguiu’, los cuales a su vez dan origen a una amplia variedad de subidentidades, como muxe o nguiu’ con una expresión de género más masculina; muxe o nguiu’ con una expresión de género más femenina; muxe o nguiu’ casado/a y padre/madre; muxe gue-tatxaa o ramón; personas intersexuales; y la persona nguiu’ que fluctúa entre lo masculino y lo femenino dependiendo del contexto o el ciclo lunar».

Nuevas categorías

Los cuentos de reyes y princesas exploran las partes de la mente humana. Homero construyó un sistema caracterológico. Cristo, al identificarse con Barrabás y retirarse al desierto, llamó padre, hijo y espíritu santo a lo que había descubierto sobre sí mismo. La expulsión del paraíso puede interpretarse como la llegada de la responsabilidad intelectual al ser humano. El lobo en el cuento de Caperucita representa al macho depredador, entre otras interpretaciones. Las historias y mitos están estratificados en capas semánticas que permiten múltiples lecturas. De manera similar, nuestra narración sobre las categorías de sexo y género ofrece resonancias a diferentes niveles.

A nivel macro, hemos explorado cómo la cultura en el ámbito social, y las categorías que solemos considerar como fijas, pueden mostrar variaciones al ser comparadas con otros sistemas culturales o sistemas de creencias. Esta variabilidad en las categorías de género a nivel transcultural pone de manifiesto la naturaleza accesoria de las distinciones culturales propias, a menudo impregnadas de un marcado sesgo etnocéntrico. Es esencial adoptar una perspectiva desde otras culturas para tomar conciencia de nuestra propia identificación cultural, que tiende a ser holística. En este contexto sociocultural, los grupos de individuos comparten universos simbólicos que perciben como verdaderos.

A nivel micro, el proceso terapéutico implica una reflexión a través del otro. Se examinan las propias estructuras con el fin de distanciarse de ellas en un proceso de desidentificación. Algunas estructuras que se perciben como totalizadoras son abandonadas en favor de otras más conscientes y alineadas con las necesidades genuinas del individuo.

A pesar de que las ideas que considerábamos como verdaderas a menudo se revelan como más complejas, sigue siendo crucial contar con una estructura para comprender la realidad. Si las categorías tradicionales relacionadas con el sexo y el género no siempre captan toda la complejidad de la realidad, surge la pregunta: ¿qué lo hace? Es innegable que vivimos en una era cada vez más fluida y cambiante, en lo que el sociólogo Zygmunt Bauman ha denominado como una ‘postmodernidad líquida’. En un contexto así, las categorías deben ser más diversas y flexibles. Las redes sociales, especialmente las de citas, se han convertido en un espacio destacado para observar las interacciones humanas y las nuevas concepciones sobre sexo, orientación e identidad de género.

Para concluir, detallo las categorías que presenta la aplicación OkCupid, divididas en dos vertientes: la orientación sexual y el género. Además, sugiero que cada persona investigue en Google los significados de aquellas categorías que pudiera no estar familiarizada, proporcionando así un cierre abierto para este artículo.

1 Según Wikipedia, las redes sociales de dating son plataformas especializadas que permiten a los usuarios conocer y contactar con personas con el fin de encontrar pareja. Estos sitios abarcan una amplia gama de perfiles, desde aquellos en búsqueda de relaciones a largo plazo hasta aquellos interesados en citas casuales, sexo o amistad (Wikipedia contributors, 2019).

2 El concepto biológico, a menudo percibido como inmutable y vinculado a la naturaleza humana, debe ser objeto de cuestionamiento. Desde perspectivas como el psicoanálisis clásico de Freud, que considera las pulsiones de eros y thanatos, la liberación de estas pulsiones transforma al ser humano en un ser más animal. En contraste, la psicología humanista, específicamente la terapia gestalt, ve la liberación de las pulsiones como un camino hacia la conciencia y el amor. Las implicaciones de esta distinción se extienden a niveles políticos, económicos y sociales.

3 No es mi intención proporcionar un análisis exhaustivo de la variabilidad inmensa de alteraciones en la división cromosómica normal, ni explorar los procesos de variabilidad genética que resultan en características intersexuales. Estos temas están fuera del alcance central de este trabajo. Mi objetivo es simplemente resaltar la notable variabilidad presente a lo largo del proceso de reproducción sexual y la diferenciación operativa entre aspectos como el sexo cromosómico, genético, gonadal, hormonal y anatómico interno y externo. A modo de ejemplo, el síndrome de Klinefelter afecta a 1 de cada 500 nacimientos y puede detectarse al nacer por el tamaño de los testículos. Los individuos afectados poseen un pene capaz de erección pero no producen esperma. Durante la adolescencia, desarrollan características como pechos y acumulación de grasa, similar a las mujeres. Por otro lado, el síndrome de Turner afecta a 1 de cada 4000 nacimientos. Aunque en apariencia son niñas y luego mujeres, sus ovarios atrofiados o inexistentes, así como la falta de producción hormonal, impiden el desarrollo de características sexuales femeninas secundarias. Para un análisis más detallado, se recomienda consultar a Aranzadi (2005).

4 Quisiera destacar el libro de Jean Shinoda Bolen, «Los dioses de cada hombre», en el cual se describe el universo de características masculinas presentes en cada hombre, así como lo hace en su otro libro, «Los dioses de cada mujer», al abordar las características propias de las mujeres. Aunque se trata de un sistema de características más, se destaca por su claro señalamiento de las historias míticas de Homero como descriptivas de la naturaleza humana. ¿Estaba Homero hablando de las personalidades humanas? ¿Acaso el mito del génesis ilustra el salto del humano salvaje al humano consciente y responsable de sus acciones al tomar conciencia de sí mismo? ¿El eneagrama de Claudio Naranjo aborda más aspectos además de los que ya menciona? Aquí radica el poder del mito, en su capacidad para nombrar de manera metafórica.

5 La iglesia católica y el derecho romano han influenciado a lo largo de siglos. El patrimonio regula la transición de bienes entre generaciones, mientras que el matrimonio regula la transferencia de mujeres entre linajes familiares.

6 La exploración que hacen los bebés del entorno, como chuparlo, es determinante para desarrollar distinciones básicas como lo caliente y lo frío, lo rugoso y lo liso. También es esencial para establecer la frontera de contacto entre la percepción y la ausencia de esta. La etapa anal es crucial para la relación con el placer; mientras que en la etapa oral todo el placer proviene externamente al sorber o chupar, en la etapa anal, el placer puede ser generado internamente a través de la contención y expulsión de las heces.